Shackleton tenía (tiene) un sonido distintivo: el de la percusión picada, con extra de platillos y golpes triturados, con aire oriental, como sacada de tambores tradicionales de Anatolia, el Sinaí y las cuencas del Tigris y el Éufrates.
La conclusión es que el álbum, lejos de amilanarse ante el cambio de hábitat y su transplante en un sello techno –y “Three EPs” de techno tiene bastante, aunque sólo en la superfície, por el color gris metalizado y el tacto de hielo–, sale airoso gracias a que se produce el milagro: es el Shackleton de siempre con la semilla de las ideas que darán forma al Shackleton del futuro.
JB
http://depositfiles.com/files/vqzy0q6r5
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